La globalización del agua supone una conjunción de varias globalizaciones. Por un lado, el agua en sí misma como constituyente “primario” del globo y de las formas vivientes, representa un 90 % de la superficie terrestre en todo el orbe. El ciclo hidrológico, también nos remite a la relación e interconexión existente entre todos los lugares del planeta, y cómo la atmósfera y el clima en general, dependen de las condiciones y procesos de ese ciclo. La alteración de este ciclo hidrológico a escala mundial ha generado movimientos alternativos por el cuidado del agua, llevándonos a ver en acción la globalización ecológica. Por otra parte, las formas de apropiación de ese recurso ya no están referidas al modelo hidrológico estatista, sino que muchos países han abierto sus economías y, para “solucionar” ciertos aspectos en donde la gestión del estado se consideraba deficiente, se ha dado la privatización del sector de agua potable y saneamiento. Este proceso, que data de los años ochenta, ha estado amarrado a la globalización financiera, dado que para reestructurar estos sistemas y construir nuevas infraestructuras, los estados se endeudaron con el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros, para desarrollar sus sistemas de acueducto, alcantarillado, represas, hidroeléctricas, distritos de riego, etc.; infraestructuras y sistemas, que en los noventa pasarían a manos de empresas y corporaciones transnacionales del agua, en el llamado proceso de descentralización-privatización. De igual forma, se extendió el consumo del agua embotellada (bolsa, botella, botellón), como una práctica de consumo global que abrió uno de los negocios mas “prósperos” de la actualidad, cambiando de manera profunda nuestra relación con el sagrado líquido. En este proceso también intervienen las nuevas tecnologías, pues a través de imágenes satelitales, sistemas de monitoreo meteorológico satelital y otros mecanismos electromagnéticos, se construye la información sobre el estado, la disponibilidad, la calidad y la dinámica del agua en sus diferentes estados (sólido, líquido y gaseoso). Sumado a lo anterior, el establecimiento de tratados de libre comercio y bilaterales, han transformado los marcos legales en las diferentes naciones, creando en varios lugares mercados del agua y, también, los movimientos de oposición a la privatización del agua y promoción de la visión del agua como un derecho humano universal, nos muestran las dos caras de la globalización política del agua. (Aja-Eslava; 2010: 77)